En este segundo domingo de Adviento, la Palabra nos recuerda que la paz verdadera no es ausencia de problemas, sino la certeza profunda de que Dios camina con nosotros. Esa paz interior que nunca puede faltarnos, la que nace de confiar, es regalo y tarea.
“La paz de Dios, que sobrepasa todo conocimiento, guardará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús” (Flp 4,7).
Es una paz que sostiene el corazón cansado, que serena el pensamiento inquieto y que nos invita a vivir desde la esperanza, aun en medio de la incertidumbre.
Para la Comunidad Elisiana, la paz es un llamado concreto: ser presencia reconciliadora, hogar abierto, abrazo que acoge. No podemos encender esta segunda vela sin preguntarnos cómo estamos sembrando paz en nuestras relaciones, en nuestras comunidades y en la vida de quienes más sufren el desarraigo, la exclusión y la soledad.
🕯️ Oración al encender la vela
Dios de la Paz, tú sueñas un mundo donde el miedo se transforma en confianza y las enemistades en amistad. Enséñanos a construir comunidades donde todas las personas sean reconocidas y acogidas, especialmente quienes han debido huir de su hogar. Haznos instrumentos vivos de tu paz.
🤍 Acción
Durante esta semana, participa en un encuentro social, comunitario o de fe donde haya personas refugiadas, desplazadas o en situación de marginación. Si es posible, visita a una familia. Escucha con atención su historia y permite que el encuentro transforme tu corazón.
Que María, mujer del silencio y la paz confiada, nos acompañe en este camino de Adviento. 🙏🕯️
